11 jul 2011

REVISTA CABILDO 2011 (Artículo del Hno. Mayor de nuestra Cofradía: D. Francisco Lozano Ruiz)

Por un camino acotado de hileras de olivos y cofrades, con el temblor imposible de un nuevo amanecer, con la indecisa claridad del primer alba, se acerca entre nubes de incienso y aromas, como un sueño esperado que súbitamente se nos ofrece, como un presente de quien bien nos quiere, la Semana Santa del 2011.

Nuevamente, cuando huelan las tardes a nardo, aparecerá con figura humana; será al adormecerse el sol sobre el horizonte, haciendo de eslabón entre el cielo y la tierra: deslumbrante, sin disfraces ni velos, desnudo y sencillísimo; la mirada, un torrente de hermosura; las llagas, manantial de dulzura; la palabra, escuela de mesura; la sonrisa, puro espejo de divina altura; … mas solitario, cual paloma herida, porque ¡el amor no se ha agotado, ni tiene fin la ternura!.

No somos nosotros quienes ideamos, ni hacemos la Semana Santa, ¡nunca fue ésta fruto de nuestra inteligencia!; aunque, dados los ajetreos y desvelos cuaresmales así lo parezca. Eres Tú, Jesús, con tu presencia infinita, total y definitiva, quien nos cautiva, puro regalo que se nos obsequia, Espíritu que vuela y nos apresa, que nos invita a contemplar, a beber de tu donación redentora, en la que ha de madurar nuestra transformación interior, esa que nos lleve a llamar a todos: hermanos.

Hermosísima palabra con la que nos gusta nombrarnos en las distintas cuadrillas, hermandades y cofradías; pero tantas veces usada como un vocablo bonito, vacío de significado, carencia que igual se encuentra en las cofradías que llevan siglos desde su fundación, que en las nuevas creadas hace pocos años. Todas ellas recogen en sus estatutos, como fines: fortalecer la creencia en Cristo, practicar la caridad y colaborar en la evangelización; no buscan por tanto el hacer cosas, organizar actos, sino que son un medio para vivir la fe, para ayudarnos a ser de verdad hermanos.

El mayor obstáculo que se opone, hoy, a esta vivencia de la fe es: el ateísmo, el relativismo, el desinterés y la tibieza ante lo religioso, ……; de los mismos que pertenecemos a las hermandades, de los que semanalmente ocupamos bancos en las iglesias, de los que nos llamamos hermanos, de los que somos, incluso, familia; y aunque influyen en esta situación otros muchos problemas de nuestro tiempo, creo que todos tienen su origen en el anterior. Esa gran dificultad no será superada con reuniones, charlas, sentimientos bienintencionados, pastorales voluntaristas, ni los innumerables y nobles intentos organizativos que, normalmente, siempre terminamos por fastidiar con nuestras propias limitaciones. Habrá, por tanto, que buscar ayuda fuera de nosotros mismos, y ésta sólo la hallaremos en Aquel que despreciaron en el madero. Estoy plenamente convencido, de que la forma más idónea de superar toda esa indiferencia es: apreciar, estimar y contemplar ese lirio de amor que nos redime y cautiva en la cruz.

Y nadie piense que se trata de una bella idea más, ni que invento nada, simplemente me atengo a la propuesta que nos hacen quienes nos precedieron con su testimonio de vida. San Juan de Ávila, ese santo de moda, ya casi montillano, que, probablemente, muy pronto será declarado Doctor de la Iglesia, y que tantas veces pasaría por Baena, en su “Audi filia” nos propone como remedio considerar: el amor con el que Dios nos cubre y rodea, la paciencia con la que nos rescata y libera en la cruz, la benevolencia con la que allí clavado nos acoge, su comprensión ante nuestras continuas quejas, el cariño con que nos miran sus ojos que se cierran, como inclina su cabeza taladrada de espinas, como nos oye y escucha, pacientemente, en el momento de mayor sufrimiento.

¿A qué otra cosa, sino a esa contemplación del redentor, nos invitan las imágenes de nuestros titulares, pasos y desfiles procesionales, …. la Semana Santa en su conjunto?. No podía ser de otra forma, los orígenes de esta celebración son fruto de un hondo y profundo sentir religioso, nacido de los grandes maestros espirituales, de la meditación de la Pasión, de los predicadores que la animaron recorriendo Andalucía (como San Diego de Alcalá, que tanto se prodigó por toda la provincia de Córdoba). Nadie dude en consecuencia, aunque muchos lo hagan, de la actualidad de la propuesta contemplativa y vivencial de las cofradías, de su absoluta conveniencia para conocer a quien arde de amor.

La consideración y meditación de la Pasión fundamenta la celebración de la Semana Santa, está en el origen de las cofradías antiguas y recientes, y además nos ayudará a vencer la indolencia del hombre contemporáneo, ¡sólo con fuego se puede incendiar nuestra tibieza!. ¿Qué sentido, pues, tendrá la competencia insana entre cofradías, el querer quedar por encima de las demás?. Unas acompañarán a sus pasos en un bullicioso atronar de tambores, otras en silencio; unas los llevarán a hombros, otras a ruedas; algunas organizarán numerosos actos, otras no tendrán tanta capacidad; unas serán blancas y otras negras; unas tendrán muchos cofrades, y otras menos; unas asistirán a los oficios institucionalmente y otras de forma particular con los cofrades que así lo deseen; …… pero todas tienen un mismo fin, todas cumplen su misión, en todas nos llamamos hermanos, y a todos nos avergonzarían nuestras actitudes si echáramos una mirada al crucificado.

¿Por qué ese empecinamiento cofradiero en marcar diferencias: estéticas, de antigüedad, organizativas, de culto,….?. ¿Por qué tantos cánones artísticos, protocolarios, ceremoniales,…. que se nos presentan como modelos a seguir, cuando es tan bella la diversidad?. ¿Por qué no apreciar el atractivo encanto de otras hermandades, cuadrillas, titulares, procesiones y carismas?.

No fue del Centurión la mano deicida que exterminó el fulgor de tu mirada; ni del sayón la que fustigó el látigo homicida; ni de Pilato la que firmó la sentencia condenatoria; … estaríamos más en lo cierto si pensáramos que fui yo con mis miedos, protagonismos y desidias, la fuerza airada y el brazo ejecutor y fratricida, el flagelo que martiriza, el estilete atroz de la lanzada, que cercenó tu vida.

¿Seremos, hoy, capaces de aliviar tanta irracionalidad?, ¿de postergar nuestra resuelta sabiduría organizativa?, ¿de hacerle un hueco entre las numerosas actividades?, ¿de aparcar el escepticismo y la insensibilidad para fijarnos sólo en Él?, ¿de corresponder a su mirada amorosa y crucificada?, ¿de escucharle en el silencio y la soledad del madero?, ¿de verle sufriendo?….

Miradle en la cruz, pues ha venido a prender fuego, y lo está ya encendiendo en lo más íntimo; su tierna entrega nos estimula, alienta, reconforta, ilumina, enseña, …..; mas está allí, elevado, solo y apaleado. ¡Mírale, si te atreves!, sostenle la mirada, e inclínale tu alma al moribundo; ábrele tus oídos, es Él quien te habla; escúchale en esta Semana Santa, es el Rey que está prendido de tu hermosura.

Fdo.: Francisco Lozano Ruiz

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